¿Por qué mi madre no me compró nunca una consola?
La importancia de ser absolutamente improductivo para crecer
Hasta que fui padre, no tuve una video-consola. Sé que para muchas personas no será un gran trauma: hay gente a la que no le gustan los videojuegos y, desde luego, hay problemas mucho más grandes en la vida que no tener una consola cuando eres pequeño.
Sin embargo, es una de las cosas que a mí aún me pesan y, sobre todo, que de alguna manera han marcado mi vida. Mis padres estaban, como suele ser normal, enormemente preocupados con los estudios. Yo siempre fui (hasta los últimos años de carrera) un estudiante “acomodado”.. sin muchísimo esfuerzo sacaba notas bastante apañadas, pero no me compensaba el esfuerzo adicional para llegar sacar mejores notas. Alguna vez se me ocurrió preguntar si podría tener una consola si sacaba buenas notas. El rapapolvo materno fue lo bastante fuerte (“sacar buenas notas es tu obligación, no algo para premiar”) que no se me ocurrió vincular expediente con videojuegos. Alguna vez más mencioné la posibilidad de tener una consola, pero recibí, como miles de niños y niñas el consabido “ni consola ni consolo” que cerraba la discusión.
Ahora os estaréis preguntado que qué narices tiene esto que ver con la eAdministración. Ahora viene mi punto.
Primum vivere, deinde filosofare
Me he pasado la última semana, por compromisos profesionales, leyendo sobre el metaverso, los NFT’s la realidad virtual y las administraciones públicas. Eso no quita que, sin ir más lejos, el mes pasado tuve que recurrir a otra virtualización (de la mala) para poner en mi ordenador un Windows 97 para presentar una oferta a un concurso público. Es decir, mientras leía sobre el futuro y cómo hacer de la realidad virtual la enésima piedra filosofal que arreglará nuestros problemas, el tozudo presente nos dice que hacer algo tan básico como subir tres documentos con una firma a veces requiere competencias tecnológicas muy avanzadas que no están al alcance de muchas personas.
Mi madre me decía que no me podía ir a jugar si no había terminado la tarea y, ay de mi, si llegaba con una mala nota, que se acababa la tele y el juego mientras se acordara de ello. Los curas que me daban clase nos lo decían siempre: primero lo importante, y luego lo demás primum vivere, deinde filosofare.
Este sentimiento lo tienen (o tenemos) millones de personas. Que nos lleguen a hablarnos de Smartcities, blockchain, realidad aumentada y otras veleidades mientras presentar una solicitud de una beca o un alta de terceros son los trabajos de Hércules (podría decir las 12 pruebas de la eAdministración ¿queréis que lo haga?) provoca una enorme frustración, y con razón. Uno podría pensar que gran parte de los responsables públicos viven como los peces: sólo pueden prestar atención a la luz más brillante y, generalmente, esta no es la más necesaria, solo la que recibe más atención.
Pero no todo es el deber
Esta era mi idea original. Ponerme digno y decir “¿para qué pensar en el siglo XXI cuando apenas hacemos bien lo que se debía tener a finales del XX?” Sin embargo, estaba reflexionando acerca de lo que supuso el “muy fuertemente instaurado sentido del deber” que me inculcaron mis padres para el resto de mi vida. Soy una persona que, actualmente, tiene problemas para entretenerse con cosas no productivas. Digo esto escribiendo mi post después de una jornada larga de trabajo, mientras mis hijas se acuestan y oigo de fondo las noticias. No sé hacer cosas solo por hacerlas: mi mujer hace puzzles y a mí eso me vuela la cabeza… dedicar horas de trabajo a algo que finalmente deshaces. Tengo cuatro consolas en mi casa y apenas juego con ellas porque… no sé sentarme a no hacer nada.
Mi madre nunca me compró una consola, pero con muchísima negociación, persuasión y el peso de los hechos, cuando tenía 11 años compró un ordenador para estudiar. Por si sois jóvenes, “el ordenador para estudiar” en 1990 era básicamente el procesador de textos para poder presentar 3 ó 4 trabajos al año. El resto era, básicamente, jugar y, al menos en mi caso, arreglar los desmanes con el arranque del MSDOS que me mandaba el ordenador a la UVI cada mes.
Lo que te divierte te hace crecer
Mi punto es que, si estáis leyendo esto, es probable que sepáis que me dedico a los temas digitales. Si os digo la verdad, una parte importante es ese sentido de la disciplina, estudio y competitividad puesta en mi subconsciente a sangre y fuego… pero por otro lado, nada de lo que hago actualmente (y que me hace un poco distinto y ganarme la vida con lo que me gusta) hubiera sido posible sin tener un ordenador y haber aprovechado el vacío legal (“es para estudiar” ) que me permitió usar el ordenador para todo menos para estudiar. Mi padre tenía un Spectrum que nunca se uso porque “fuéramos a ponernos idiotas con el ordenador”, y más de una vez me pregunto qué habría sido de mi vida si hubiera echado mano a un ordenador antes en vez de tener que ir a casa del vecino a ver cargar el Arkanoid mientras comíamos palomitas.
Aprendí la disciplina de mis padres, pero aprendí a crear y a buscar soluciones nuevas haciendo algo que no suponía resultados.
Ese creo que es un punto importante para la tecnología en las AAPP. Desde luego necesitamos ponernos serios con muchas cosas básicas que aún falla (y conociendo el terreno, que seguirán faltando durante muchos años). Sin embargo, eso no nos puede impedir probar, experimentar e intentar cosas nuevas, y eso significa jugar.
Hacer los deberes y luego entretenerse
Algunas de las soluciones a los problemas que hoy frenan a la eAdministración vendrán directamente de estas nuevas tecnologías. Otras vendrán indirectamente de ideas que surjan a raíz de jugar con ellas (como mucho aprendimos lógica haciendo pequeños programas). Otras muchas veces tendremos fracasos rotundos, y es algo que tendremos que aceptar. Sin embargo, tenemos que entender que ni meter más presión va a ser la solución (hay organizaciones que son increíblemente resistentes a la crítica ciudadana), ni permitir hacer cosas nuevas va a arreglar todos nuestros problemas. Mientras se experimenta con títulos universitarios con blockchain en muchas de las universidades sigue siendo necesario presentar originales cotejados, copias compulsadas o el ADN de tu hijo primogénito para realizar un trámite. Una cosa no quita la otra porque, posiblemente, quien fracasa en una cosa no tiene nada que ver con quién hace florituras con la otra.
Hay que ser exigentes con lo que no se cumple, pero tenemos que entender que gran parte de las soluciones de los problemas del mañana vendrán de pensar en otras cosas. Dicho de otra manera, no voy a decir que mi madre me hubiera tenido que dar carta blanca para no estudiar y embobarme con el Sensible Soccer, pero que quizá si me hubiera dejado divertirme más podría haber tenido una vida profesional y personal muy diferente y, quizá, no peor de la que tengo ahora. Ser productivos es necesario, ser creativamente improductivos es imprescindible para no quedarse encerrado en los mismos problemas.
Muy interesante reflexión. Pero, como bien sabes, en la administración no se sabe lo que es el blockchain, y mucho menos el metaverso. No quiere decir que gente puntual lo sepa, pero la administración, como ente, está a años luz. Bastante tenemos con hacer entender cosas básicas (no, los documentos no se imprimen y se escanean luego, el sello de órgano es tu amigo, si no conectas el pago de tasas con la sede es como hacerle una paja a un muerto...).
Centrándonos en tu reflexión de "lo que no es productivo", me gustaría comentarte mi punto de vista con respecto a lo equivocados que estamos en occidente y el capitalismo con la "producción", dejando a un lado las "artes" y aquellos aspectos que nos enriquecen espiritualmente. Y es un error grave, que probablemente estamos pagando ahora, crash del capitalismo, y tasas de trastornos mentales y suicidios por las nubes. No debemos olvidar nuestra parte creativa e improductiva, y nuestra salud de espíritu. Jugar dos horas al Ghost of Tsushima, con su música, sus paisajes y su poética puede aportarte más de lo que crees.
Y sé que todo esto lo sabes mejor que yo. Pero era por complementar ;)
Concuerdo en varias cuestiones aunque aquellos/as que sufrimos la misma negativa paterna/materna pero no fuimos tan eficientes sino que "nos las rebuscamos" para ser improductivos en la infancia y adolescencia, consiguiendo titularnos en varias universidades a fuerza de sencilla madurez (cuando ya se nos suponía), también hemos sabido desarrollar habilidades y competencias en este siglo. Quiero decir, que los caminos son inescrutables:))
En relación al desfase entre normativa legal y reglamentaria en las Administraciones públicas (y no digamos en todo el Sector público) y la actualización y puesta en marcha de la realidad imperante en la tramitación procedimental, considero dos variables que suelen ser denostadas con desdén desde el sector privado y la ciudadanía pero conforman el día a día (no me cuentes historias y pónmelo fácil, rápido y eficiente).
Por un lado no podemos olvidar que la Administración es garantista por definición, super garantista. La seguridad jurídica es la piedra angular de todo, su esencia. Sí se quiebra en algún momento por implantar innovaciones, se rompería todo el armazón que la sostiene. Es decir, primero que el sector privado o subvencionado, trastee a dolor, que falle todo y si una empresa va a la quiebra por robo de datos o innovación descontrolada habrá un problema para esa empresa o ese Consejo de Administración, pero no para el conjunto de la ciudadanía española. Sencillamente no se puede permitir.
Por otra parte, en las Administraciones nos encontramos con una forma de trabajar que no ha evolucionado apenas nada desde Napoleón, los Interventores, Tesoreros, Secretarios, etc, tienen una labor que es la de fiscalizar y dar seguridad jurídica a la Administración pero también a la ciudadanía por encima de todo, y hasta que no "controlan" las dinámicas a la perfección, no se tiran a ninguna piscina. Garantistas absolutos. Pero también falta mucho, muchísimo personal en las Administraciones debido a que la implantación de la administración electrónica convive con el devenir diario de trámites que no puedes posponer, la frase de Larra no se permite con las nuevas leyes de 2015.
Ha cambiado mucho, muchísimo, pero el elefante jurídico administrativo no puede, ni debe, tirar por la borda la seguridad jurídica, aunque desde hace no mucho los cambios se ven, son lentos pero se ven y se viven. Tardará todavía un tiempo para que todas funcionen con una coherencia cuasi absoluta, pero el camino imparable está en marcha.