El mal ejemplo del señor Miyagi
Como entender mal el cambio puede acabar generando sistemas iguales o peores que los previos
Una de mis películas favoritas de siempre ha sido Karate Kid. Como chaval bocazas y canijo al que arreglaban el morro muy a menudo, pensar en un mundo idílico en el que un sabio maestro me llevara a defenderme, convertirme en mejor persona (y conquistar a Elizabeth Shue) era un refugio habitual. Evidentemente, ni siquiera mis clases de judo impidieron que siguiera cobrando en los recreos (o a la salida del cole), pero me dejó algunas enseñanzas que consideraba valiosas.
Lo maravilloso del señor Miyagi no era que fuera bajito, aparentemente inofensivo y sabio, era que enseñaba sin parecer que lo hacía. A golpe de “dar cera- pulir cera”, “brocha arriba-hay, brocha abajo-hay”, y “cepillo izquierda-hay, cepillo derecha-hay”, Daniel Larusso acababa superando sus problemas con los matones de Cobra Kai y descubría cómo ser adulto. Me he tirado media vida (aproximadamente) esperando encontrar una figura así: alguien sabio que me enseñara (aunque no comprendiera lo que me estaba enseñando) y operara el milagroso cambio que me permitiera superar la adversidad. Como consecuencia he sido ingenuo y más de una y dos veces me he sentido engañado y defraudado. No es que no hubiera indicios, que los había, es que cuando pasaba esto siempre pensaba “seguro que hay un plan detrás de esto”… lamentablemente, el único plan que había por detrás era en beneficio de quién se hacía pasar por una cosa que no era.
El mal ejemplo del señor Miyagi es habernos dado a entender que nos pueden enseñar y cambiarnos sin explicarnos lo que nos van a enseñar y cómo pretenden cambiarnos. Lamentablemente, a la sombra de personajes que adoro como el Señor Miyagi, Yoda o Mutem Rohi (por poner tres ejemplos) se han construido embaucadores que nos venden un cambio interno basándose en la confianza de que ellos saben para dónde vamos y hacia dónde no.
¿Por qué el señor Miyagi es el maestro que todos querríamos tener?
Más allá de toda la banda de estafadores (y autoengañados) que han surgido en todo tipo de disciplinas, hay cosas que sí que hacen que querer aprender así valga la pena:
La paciencia: el señor Miyagi nunca pierde los estribos, ni siquiera cuando Daniel Larusso le dice que está harto.
Aprendizaje como resultado derivado. Una cosa que sorprende del enseñanza del señor Miyagi es que aprendes karate haciendo otras cosas. Vale que no eran divertidas, pero aprender a dar leches como panes mientras pintas la valla es algo, como poco, sorprendente.
El aprendizaje importante es el del cambio del alumno. Daniel Larusso pasa de niñato a un chavalote responsable y entregado en menos de dos horas y con solo tres palizas y dos lesiones. Esto es lo que más nos realiza.
Crea vínculos eternos. Daniel Larusso y el señor Miyagi son bros para siempre jamás. Daniel encuentra el padre que nunca tuvo, su referente moral e, incluso en Cobra Kai mantiene el nombre del dojo.
El maestro cambia con el aprendizaje. El señor Miyagui acaba siendo menos serio y más próximo a Daniel. El aprendizaje les ha unido.
Entonces pienso en todo lo que se parece la implantación de la eAdministración dentro y fuera de las organizaciones al mal señor Miyagi.
La Transformación Digital by Miyagi de garrafón
Si habéis pasado suficiente tiempo en el mundillo de la eAdministración posiblemente tengas familiaridad con expresiones como “hay que formar a la ciudadanía” o “la gente de la organización se resiste al cambio” (cuando el cambio lo ha hecho alguien que no ha escuchado los problemas a los que se enfrenta esta gente a diario). Estos son ejemplos de una enseñanza del señor Miyagi de garrafón. Lo malo de un señor Miyagi de mala calidad es que, posiblemente, cuando tengas que dar la patada de la grulla parezca más que estés bailando una jota y te crujan el morro una vez más. Es decir, no aprendes nada y sólo te das cuenta cuando es demasiado tarde y te has apuntado a un torneo de que te den leches como panes. En todo caso, si vale como ejemplo y guía, os cuento cómo es un Miyagi de palo.
Confunde paciencia con pasotismo. El señor Miyagi dejaba a Daniel Larusso pintando la valla, pero al final del día volvía y miraba si estaba bien pintada. Un Miyagi de palo deja el plan y, si acaso, unos meses después pasará a decir algo aspiracional como que no le has hablado a tu niño interior o cualquier cosa que no suele significar nada.
Aprendizaje místico y divertido sin demasiado sentido. Un Miyagi de palo suele ir con post-its (nada en contra de ellos, pero son un instrumento muy frecuente de este perfil) explicando que si te dejas caer al suelo confiando en que tus compañeros te agarrarán, sabras gestionar expedientes administrativos. Luego llega la parte B, que es leerse la documentación del producto que, como todo el mundo sabe, son obras literarias de primer orden.
El alumno tiene que cambiar para encajar en lo que he diseñado. Si pensáis en la de horas que se han dedicado a enseñarnos a manejar Bizum, la web del banco, Whatsapp, el móvil o Tinder verás que los grandes cambios los hemos aprendido mezclando el uso con que lo que tienes que usar no sea un suplicio chino. Lógicamente la gestión del cambio es importante, pero el cambio no es aprender a dar leches (siguiendo la metáfora) sino entender que el karate es cuestión de equilibrio y paz interior. El diseño tiene que ayudar al cambio, no exigir ser el objeto del cambio de quienes van a usarlo.
Vincúlate conmigo, porque resulta que soy lo más. El vínculo entre la organización y las personas debe ser natural y porque las personas se sienten apreciadas por la organización. Es decir: la motivación requiere implicar a las personas que trabajan. La fidelización requiere no convertir la vida del ciudadano en algo más fácil y no en la cámara de los horrores. Un Miyagi de feria te dice que hay que sumarse porque lo que el propone es lo más de lo más, serás el más fuerte y su gimnasio es el mejor y no porque esté aportando nada más que la satisfacción de arrimarte a alguien que mola
El maestro no cambia ni un centímetro. Si una organización o un grupo de personas hacen plan tras plan de digitalización con resultados reguleros, es bastante probable que sus planes no estén muy afinados. El maestro debe aprender, la enseñanza es un diálogo. Quien diseña un plan de gestión de cambio o de ofrecer servicios a la ciudadanía tiene que partir de cambiar sus preconcepciones a la realidad de a quien está pretendiendo implicar en el cambio (o servir).
Como os digo, el problema es que nos han enseñado tanto que el maestro importa tanto por quién es (o por dónde está) que confiamos demasiado en que lo que nos dicen va a estar bien. Muchas veces es así, pero otras muchas, somos víctima de un fraude porque, en realidad, todos queremos vivir ese viaje del héroe, pero no siempre damos con el señor Miyagi y, para cuando nos damos cuenta, tenemos la cartera vacía, la cara partida y la confianza por los suelos.
Muy interesante y didáctico. Para guardar y enviar a quien lo necesita, que hay mas de uno incapaz de aprender, y bastantes incapaces de enseñar.
Muy acertado y ameno, igual que el post de los proyectos Kardashian!
PD: Por cierto, si tienes tiempo te recomiendo la secuela de Karate Kid, Kobra Kai, dónde los personajes nos muestran una dimensión piscológica y moral evolucionada.